Castaño
Garrido, Carlos (2003). “El rol del profesor en la transición de la
enseñanza presencial al aprendizaje ‘on line’”. En Comunicar, Revista científica de comunicación y educación, 2003,
21.
Disponible en:
http://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=755201 [18 de abril de 2013]
A pesar de lo prometedor del
título de este artículo, he de confesar que no me ha gustado. Quizá, en gran
medida, porque desde que fue escrito hasta ahora ha llovido mucho en la
educación, y este llover nos trae una cierta perspectiva con la que poder
relativizar los contenidos que aquí se presentan.
En primer lugar, me parece un
equívoco contraponer, sucesivamente, las dos modalidades de
enseñanza-aprendizaje a las que se alude: la que el autor denomina, demasiado a
menudo para mi gusto, “tradicional”, y aquella otra “basada en la red”. En mi
opinión, estas dos modalidades se complementan totalmente, hasta el punto de
llegar a solaparse en contextos como, por ejemplo, presenciales con una alta
carga de autoestudio. En consecuencia, pienso que en lugar de oposiciones, lo
que cabría y sería deseable encontrar en un artículo que hace referencia a una
supuesta “transición” es más bien un continuo.
En otro orden de cosas, considero
que sería más ajustado referirse a la primera de estas dos modalidades como
“enseñanza presencial” —coincidiendo así con el título del artículo—, ya que
todos somos conscientes de las connotaciones que conlleva el calificativo
“tradicional”, aplicado ya no solo al ámbito de ELE, sino al de la educación en
general.
Pienso además, que bajo esta
denominación y bajo la caracterización de los distintos tipo de aprendizaje que
proponía Yeung (2001) (en Castaño Garrido, 2003:51), lo que aquí subyace
realmente es, por un lado, un reduccionismo y, por otro, quizá una excesiva fe
en las tecnologías y en la red.
Reduccionismo, de una parte,
porque hace mucho que los entornos presenciales dejaron de pivotar en el
profesor, en el libro y en un largo etcétera de aprendizajes no significativos.
La construcción de conocimientos, la negociación de objetivos, la multiplicidad
de recursos en las aulas presenciales están a la orden del día.
Excesiva fe, de otra, porque, no
por estar usando tecnologías o formándose uno a través de un campus virtual o
en la red, se garantiza que los materiales manejados y/o aportados vayan a ser
necesariamente más interactivos, más auténticos o que el currículo vaya a
volverse más constructivista. Precisamente, uno de los grandes desafíos de la
educación es dejar de replicar algunas de las prácticas presenciales y esta
vez, sí, “más tradicionales”, en los nuevos entornos digitales para la
formación en línea. Considero que aún tiene que pasar un largo tiempo hasta que
sepamos reencauzar todo esto y explotar la potencialidad de las distintas
herramientas tecnológicas de manera adecuada a nuestras necesidades: las de
formadores y las de formandos. Es como cuando el brote de los enfoques
comunicativos. Uno vuelve a los manuales de entonces y ve que a la preconizada
comunicatividad que, con la mejor de las intenciones, nos vendían, aún le
quedaba mucho por andar. Pues esto es lo mismo. Estamos, efectivamente, en transición,
aprendiendo y, por tanto, nos llevará un tiempo hacernos con este medio.
Con respecto a los roles (Castaño
Garrido, 2003:54), que era un tema que me interesaba mucho, también me he
llevado una gran decepción, porque lo cierto es que la información provista es
más que somera y será necesario acudir a Coppola, Hiltz y Rotter (2002) para
ver en qué sentido se producen cambios de rol en los profesores a nivel
cognitivo, afectivo y organizativo, aunque este último es más previsible, en
tanto en que todos somos capaces de anticipar, al menos, “la monitorización
adicional a los estudiantes”.
En lo que sí coincido con el
artículo es en el énfasis que se pone en la función del profesor como consultor
de información, el de facilitador y creador y/o reconversor de materiales
didácticos a otros soportes, aunque una vez más, ninguna de estas funciones o
competencias es privativa ya de la enseñanza en línea. Hecho en falta otras
menciones más específicas, como la de animador, gestor de equipos, dinamizador
de las comunicaciones mediadas tecnológicamente, etc.
El punto positivo que le
encuentro al artículo es la idea de proponer y recomendar la monitorización o
tutelaje por iguales. Sería muy positivo poder contar con prácticas de este
estilo en cursos sucesivos, aunque soy consciente de que su organización no
será sencilla. A pesar de eso, se me ocurren algunas ideas al respecto:
- en forma de roles, distribuirnos rotativamente, en tutores y alumnos
- tener en consecuencia disponibilidad de la plataforma en tanto que tutores y alumnos respectivamente
Quizá esto está ya previsto en el
CFP 325-13 o en otros cursos sucesivos. Si así fuera, genial, porque tendré la
oportunidad de estrenarme de tutora al tiempo que continúo como alumna.
Por último, no quisiera acabar esta
reflexión sin retribuir al autor el verdadero mérito que considero tiene este
artículo y es el de ofrecer un estado de la cuestión que nos remite a las
principales líneas de investigación sobre el tema. Eso sí, estado de la
cuestión quizá un poco caduco, ya que, como bien sabemos, todo lo relacionado
con las TICs, y en consecuencia, la enseñanza en línea, evoluciona de manera
vertiginosa y exponencial… ¡Que Google nos pille confesados!
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